Bye bye Lamu

Amanece lluviosa la mañana. Desayunamos en la parte de abajo. Emili y Serge, después de preparar las maletas y recoger la habitación, salen a ver si la casa swahili está abierta y se puede visitar. Kati se queda leyendo en el hotel.
Paseo matutino de despedida
Cuando los chicos regresan cuentan que la casa sigue cerrada.
Acompañados por Samuel, cogemos un barco para ir al aeropuerto de Lamu que está en la isla de Manda.
Kesh se despide telefónicamente, vía sms y email.
En el aeropuerto nos revisan las maletas y nos dicen que el avión no ha llegado. Cuando entramos nos encontramos con españoles, parece ser que en Lamu hay tres ong españolas y, por ello, se oye tanto hablar esta lengua tan fácil de reconocer por nosotros.
El vuelo transcurre con total normalidad. Nos dan galletitas y agua o refrescos.
Al llegar al aeropuerto de Nairobi nos recoge el taxista del hotel Decasa.
Nos instalamos en nuestro nuevo barrio, más céntrico que el que tuvimos cuando llegamos el primer día y comemos en el restaurante del hotel.
Como nos gusta, reservamos para la última noche en Nairobi cuando regresemos del Masai Mara.
El personal, encantador, nos dice que no hay problema ninguno en dejar las mochilas el lunes para ir más cómodos al Masai Mara.
Vamos a preguntar por los matatus que van a Narok y Nakuru. 
Salimos a tomar unas copas y un té a un edificio que tiene tres plantas. En la de abajo hay un restaurante, en la segunda un bar con televisores y en la tercera hay una discoteca.
Regresamos al hotel y nos acicalamos y organizamos las mochilitas para el safari al Masai Mara.
Nairobi está muy tranquila y sus calles desoladas, nada que ver con lo que reproducen los periódicos y noticieros.
Cenamos en la misma Trattoria que hace unas semanas cuando estuvimos aquí en la capital. Se oye una dulce voz de alguien que canta.
Andando volvemos al hotel bajo la tristeza de niños harapientos que piden por las somnolientas calles.


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