Curas y dala dala


Después de una lluviosa madrugada que nos despertó a los tres, Emili se recorre antes de desayunar media Stone Town buscando un cajero que le dé dinero. No tiene suerte y comienza a pensar que la lluvia ha tenido algo que ver puesto que hubo problemas con la electricidad.
Serge y Kati se unen para comer en el hotel de al lado, Zanji.
Volvemos a nuestro hotel para esperar a Sofía, ex alumna de Emili y Kati y ahora amiga que está haciendo un voluntariado en un hospital público de la ciudad. Nos alegramos muchísimo de verla y recordamos anécdotas de hace años.
Nos tomamos un café con ella, se une Serge y hablamos del maltrecho pie lleno de púas de erizo. Decidimos ir al hospital. Sofía nos acompaña, lo que nos facilita mucho el mal trago que será visitar un hospital en Zanzíbar con todo lo que ello conlleva.
Para sorpresa de los cuatro, aparecen unos amigos de ella, un keniata y un jamaicano rubios, y entablamos enseguida una afectuosa conversación.
Cogemos un taxi y primero vamos a un hospital privado en el que recomiendan sacar placas del pie y un análisis de sangre, parece ser que "la pela es la pela", filosofía de estos hospitales: poca efectividad pero eficiente petición de dinero, dinero y dinero.
Sin pensarlo apenas nos dirigimos raudos y veloces al hospital público donde trabaja Sofía.
Nos presenta a dos compañeras y entre ellas tres  le curan el pie a Serge. Con mucha paciencia le van quitando las púas que pueden con un bisturí y aguja. El paciente se porta genial y no patalea ni muerde.
Emili compra en la farmacia las pastillas que un médico nacido en Cuba le receta a Serge.
Nos despedimos de Sofi, cogemos un taxi y nos vamos al hotel a recoger las mochilas para meternos en un dala dala e irnos a Matemwe, costa noreste de Zanzíbar donde en principio pasaremos tres días.
A medio camino la policía nos para. Parece ser que el cobrador no llevaba el uniforme reglamentario sino unos pantalones encima con la bragueta abierta, además le contesta mal al que vela por la seguridad de la isla, por lo que se lo llevan agarrado por las muñecas a modo de esposas. El conductor está enfadado con él.
A la hora y media llegamos, por fin, después de estar pendientes de que nadie pise a Serge. No cabemos pero no para de entrar y salir gente, con lo que ya no sabemos ni cómo sentarnos para que al menos podamos seguir respirando.
El dala  dala nos deja cerca de nuestro nuevo hogar, Mohamed bungalows, en la playa de Matemwe enfrente de la isla Mnemba.
Cenamos y nos vamos a descansar pero antes un amable señor embadurna el pie de Serge con la leche de papaya verde.




Comentarios

  1. ¡suerte tener amigos en los sitios mas inesperados! ¡bonita playa!¡parece sacada de una película de piratas!

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